Cacao y biodiversidad: mirando detrás del chocolate

“Soy parte de la solución” es el slogan de este año para el Día Internacional de la Diversidad Biológica, recordándonos que todos nosotros tenemos el poder de generar o apoyar cambios que favorezcan la protección del medio ambiente y la conservación de la biodiversidad de la cual depende la humanidad.

¿Y qué tiene que ver esto con mi consumo de chocolate? Pues, todo que ver… y en ÓBOLO lo tenemos muy claro. 

Si has leído los posteos anteriores, a estas alturas ya sabes que el cacao es un fruto que proviene del árbol Theobroma cacao, originario de la Amazonía, es decir, desde siempre ha formado parte del bosque primario de la selva amazónica, es parte de su biodiversidad original. Ahí comparte la tierra, el agua y el aire con otras especies frutales y forestales características del bosque tropical.

El mejor escenario para el cultivo de cacao, por lo tanto, serían los bosques amazónicos. Sin embargo, la creciente demanda del chocolate en el mundo durante el último siglo motivó el desarrollo de cultivos masivos de alta productividad en la misma Amazonía, pero -sobre todo- en las zonas tropicales de África, hoy el principal productor de cacao y exportador de sus granos. El 70% del cacao mundial se produce en ese continente, donde fue introducido a principios del siglo XIX, y desde entonces se ha convertido en una de sus actividades agrícola más importantes, a costa –eso sí- de la deforestación de la selva originaria, del trabajo infantil y del pago desproporcionadamente bajo a los agricultores. Desde los años sesenta, el 80% de la selva de Costa de Marfil, por ejemplo, se ha perdido para liberar terreno al cultivo del cacao y se estima desaparecerá totalmente si no se toman medidas. Actualmente solo un 4% de su territorio está cubierto por selva tropical, y en 13 de las 23 zonas protegidas del país la población de primates ha desaparecido por completo, mientras que los elefantes están en peligro de extinción tras la reducción de su población afectada, a la vez, por la desaparición de su hábitat. Y la situación se repite de forma bastante similar en otros países del continente africano. Por otro lado, el monocultivo de cacao no solo se contrapone a la conservación y desarrollo pleno de la biodiversidad, sino que crea ecosistemas altamente vulnerables al cambio climático, es todo lo opuesto a las Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), que la ONU promovía el año pasado en la conmemoración de este mismo Día Internacional.

De vuelta en la Amazonía, el cultivo de cacao suele hacerse en plantaciones que combinan especies nativas de la selva. Pueden haber crecido solas en lo que es su hábitat natural, o haber sido plantadas a propósito para restaurar terrenos por medio de un sistema de cultivo agroforestal.

Un ejemplo de ello es lo que ocurre en Pangoa, localidad ubicada en plena selva central peruana, donde la Cooperativa Agrícola que reúne a productores de café y cacao lleva varios años promoviendo la producción del cacao nativo fino de aroma en sistemas agroforestales, es decir, sistemas que combinan cultivos frutales y especies forestales en un mismo lugar y tiempo, de tal forma de imitar las asociaciones de bosque natural primario del cual el cacao es parte. Esto proporciona un entorno ambiental equilibrado para el desarrollo del cacao orgánico, a la vez que sirve de sustento a la biodiversidad local y ayuda a reducir la degradación de los bosques locales. Como es de suponer, los cultivos biodiversos como estos son, además, más resilientes al cambio climático, contrario -como dijimos- a lo que ocurre con el monocultivo del cacao. Los cultivos agroforestales, por otro lado, permiten a los agricultores diversificar sus fuentes de ingresos al vender la madera de las especies forestales, proveyéndoles mayor sostenibilidad financiera.

En las fincas de Pangoa el cacao coexiste con capirona, tornillo, mohena anis, caoba, lagarto, cedro nativo, cedro rosado de las indias, además de árboles cítricos como naranjas, tanglos, mandarinas, limones y otras especies frutales como las annonas, guayabas, carambolas y guanabana, cuyos frutos caen al suelo y al descomponerse sirven de alimento a la planta de cacao. De hecho, los productores de cacao sostienen que tal variedad de especies influye en el sabor y complejidad de notas frutales que adquiere el cacao y que, finalmente, se refleja en el chocolate que se elabore con él. 

La conservación de la biodiversidad también incluye la diversidad genética de las especies, y en ese aspecto la comunidad de Pango también nos da un gran ejemplo. Sucede que Perú concentra la mayor biodiversidad genética de cacao de todo el mundo, sin embargo, hay variedades introducidas que han sido fuertemente promovidas y subsidiadas por el Gobierno peruano, dado su rápido crecimiento, alta productividad y resistencia a las enfermedades. Nos referimos principalmente al famoso cacao CCN 51, variedad creada en los años 60 en Ecuador, de calidad muy inferior al cacao nativo y cuya proliferación está poniendo en riesgo la variedad genética del cacao de localidades aisladas de Perú, como Pangoa.  Cuando se introdujo el CCN 51 en ese país, se hizo como una solución a corto plazo para asegurar la supervivencia de la industria del cacao, pero el corto plazo se alargó y hoy su omnipresencia responde a un sistema de mercado que demanda una alta productividad, grandes volúmenes y precios bajos, en lugar de concentrarse en el sabor.

Afortunadamente los socios de la Cooperativa Pangoa están conscientes de la calidad suprema de su cacao nativo, y de su valor identitario y ambiental, y se han decidido a trabajar sólo con variedades nativas locales. Y van más allá aún.

Para proteger y fortalecer su cacao nativo fino de aroma, esta Cooperativa está trabajando en un programa de conservación de su material genético con el objetivo de propagarlo en las fincas de todos sus socios y socias. Eligieron las mejores 13 variedades nativas de la zona, entre 42 tipos posibles, considerando su índice potencial de producción, resistencia a enfermedades y, por su puesto, sus propiedades organolépticas que destacan por sobre otros cacaos de la región. Las variedades genéticas seleccionadas se cultivan en jardines clonales junto con otras especies como plátanos, papayas, guanabanas, mandarinas y especies forestales, es decir, en un sistema agroforestal que provee un contexto ambiental equilibrado. 

Con todo, Pangoa ha sido el ejemplo del compromiso de una comunidad por rescatar parte de su patrimonio natural, desarrollando y potenciando su cacao nativo, y poniéndolo en valor como parte del bosque primario amazónico. Gracias a ellos, en ÓBOLO elaboramos un chocolate de calidad mundial que, como ahora ya sabes, proviene de un manejo agrícola alineado con la conservación de la biodiversidad local y el fortalecimiento de las funciones ambientales de los ecosistemas.

ÓBOLO, como empresa B, nos hemos comprometido a apoyar y promover la sustentabilidad social y ambiental de las comunidades cacaoteras con las que trabajamos, pues no hay otra forma de hacer bien las cosas. Asumimos la responsabilidad de nuestras decisiones, conscientes de que todos somos parte del cambio que el mundo necesita para reencausar su rumbo, y orgullosos de poder afirmar que nosotros también somos parte de la solución.

Y tú, ¿qué chocolate elegirás en tu próxima compra?

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